La Leyenda de la Llorona del Lago Encantado

En un pueblo pequeño y olvidado, escondido entre las montañas, se extendía un lago de aguas profundas y oscuras. Los habitantes lo llamaban “El Lago Encantado” y advertían a los forasteros que se mantuvieran alejados de sus orillas al caer la noche. Era bien sabido que en esas horas el lago se volvía territorio de una presencia sobrenatural: la Llorona, una mujer vestida de blanco, que vagaba entre la niebla en busca de algo perdido.

Se contaba que, muchos años atrás, una joven llamada Lucía vivía cerca del lago. Era conocida por su belleza y dulzura, pero también por su trágica historia de amor. Lucía había crecido en la pobreza, hija de un pescador. Un día, conoció a un joven de la ciudad que la conquistó con sus promesas y sus palabras de amor eterno. Pronto, Lucía se vio envuelta en una pasión que la hizo olvidar todo, incluso las advertencias de su padre, quien siempre le decía que los hombres de la ciudad no respetaban a las chicas del pueblo.

Cuando el joven regresó a la ciudad, Lucía se dio cuenta de que estaba embarazada. Desesperada, le escribió cartas rogándole que volviera, que cumpliera con su promesa de casarse y formar una familia juntos. Pero el tiempo pasó, y la única respuesta fue el silencio. Lucía, rechazada por la comunidad y abandonada por su amor, se sumió en la desesperación.

Una noche, sin poder soportar más el dolor, se dirigió al lago con su bebé en brazos. La luna iluminaba el agua con un brillo espectral. Nadie sabe qué palabras murmuró al viento antes de dejar caer al niño en las profundidades. En medio del llanto de su alma, Lucía se lanzó tras él, desapareciendo en las aguas frías y oscuras.

Desde aquella fatídica noche, se dice que su espíritu no ha encontrado descanso. Cuando la niebla cubre el lago y la luna llena se refleja en sus aguas, se escucha un lamento desgarrador. Es la voz de Lucía, la Llorona, que vaga buscando a su hijo perdido. Los que la han visto aseguran que su rostro es el de una mujer joven, pero con ojos vacíos y lágrimas de sangre que surcan sus mejillas. Su vestido blanco flota en el aire como si fuera parte de la niebla, y algunos afirman que al acercarse a sus orillas, pueden ver en el agua el reflejo de un niño pequeño, con los brazos extendidos hacia ella.

Los ancianos del pueblo cuentan la historia para advertir a los jóvenes que se alejen del amor insincero y que respeten las advertencias de sus mayores. Aquellos que ignoran la leyenda y se acercan al lago en noches de luna llena han desaparecido sin dejar rastro. Dicen que la Llorona los lleva consigo, intentando llenar el vacío de su pérdida con las almas de los incautos.

El lago permanece en silencio, como si guardara los secretos de lo que ocurrió aquella noche. Y aunque las generaciones han pasado, el lamento sigue escuchándose, envolviendo al pueblo con el eco de una tragedia que el tiempo no ha podido borrar.

luiscorodelaguila@gmail.com
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