El Susurro en la Oscuridad

En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, circulaba una inquietante leyenda sobre un susurro que emergía de la oscuridad cada noche. Los ancianos del lugar contaban que, al caer el sol, una voz suave y melancólica llamaba a aquellos que se aventuraban a salir después del anochecer. Aquellos que escuchaban el susurro sentían una extraña atracción, como si la voz les prometiera secretos prohibidos y revelaciones ocultas.

Una noche, Laura, una joven curiosa y aventurera, decidió desafiar la leyenda. Cansada de las historias y deseosa de conocer la verdad, se adentró en el bosque con solo una linterna como compañía. Mientras caminaba entre los árboles, el silencio era abrumador, hasta que, de repente, un susurro envolvió el aire.

—Ven… ven a mí…

Laura sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero, intrigada, siguió el sonido. Cuanto más se acercaba, más claro se volvía el susurro, y una sensación de hipnosis comenzó a apoderarse de ella. Era como si la voz conociera sus miedos y deseos más profundos.

Al llegar a un claro, Laura vio una figura etérea que flotaba en el aire. Era una mujer de rostro pálido y ojos tristes, cubierta por un vestido blanco que brillaba a la luz de la luna. La figura extendió su mano hacia Laura y la llamó con una voz suave:

—He estado esperando tu llegada…

Laura, atrapada entre la fascinación y el terror, dio un paso adelante. La mujer le habló sobre los secretos del bosque, las historias de aquellos que habían desaparecido, y la profunda tristeza que la mantenía atrapada en aquel lugar. Le reveló que estaba condenada a vagar por la oscuridad, buscando compañía en su soledad.

Sin embargo, a medida que la mujer hablaba, Laura comenzó a darse cuenta de la naturaleza de su sufrimiento. La voz que la había atraído era un eco de dolor y desesperación. Intentando alejarse, Laura sintió que las sombras la envolvían, y el susurro se volvía cada vez más insistente.

—No te vayas… ¡quédate conmigo!

En un momento de claridad, Laura recordó las advertencias de los ancianos. Concentrándose, reunió toda su fuerza y gritó:

—¡No! No seré parte de tu tristeza.

Con esas palabras, el bosque pareció temblar. La figura se desvaneció en un torbellino de sombras, y el susurro se convirtió en un lamento distante. Laura corrió de regreso, sintiendo el peso de la oscuridad levantarse a medida que se alejaba.

Al amanecer, llegó al pueblo, aún temblando por la experiencia. Desde entonces, nunca volvió a dudar de las advertencias. Los ancianos contaron su historia, y el susurro en la oscuridad se convirtió en una leyenda que recordaba a todos el peligro de dejarse llevar por lo desconocido y la importancia de reconocer el dolor ajeno sin dejarse atrapar por él.

Y así, el bosque siguió susurrando, pero aquellos que lo escuchaban ahora lo hacían con cautela, recordando que a veces, el mayor peligro se encuentra en las sombras de nuestros propios corazones.

luiscorodelaguila@gmail.com
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