La Leyenda de la Mujer del Espejo

En un pequeño pueblo, había una antigua mansión abandonada en las afueras, rodeada de árboles altos que crujían con el viento y un aire de misterio que mantenía a la gente alejada. La mansión había pertenecido a la familia DeLacroix, una familia rica y respetada, hasta que ocurrió una tragedia que la dejó vacía y maldita.

La historia comienza hace más de cien años, cuando la hija mayor de los DeLacroix, Eleanor, una joven de belleza impresionante y carácter delicado, se enamoró perdidamente de un hombre llamado Thomas, un humilde pintor que había llegado al pueblo buscando inspiración. A pesar de la oposición de su familia, Eleanor y Thomas comenzaron un romance secreto. Se veían en un pequeño claro cerca del bosque, donde él la pintaba una y otra vez, capturando cada uno de sus gestos y sonrisas.

Sin embargo, la felicidad de la pareja fue breve. La familia de Eleanor, al descubrir el romance, decidió tomar cartas en el asunto. El padre, un hombre severo y orgulloso, no podía permitir que su hija única se casara con un hombre sin fortuna ni nombre. Así que contrató a unos hombres para que “desaparecieran” a Thomas. Una noche de tormenta, los hombres emboscaron al joven y lo golpearon brutalmente hasta matarlo. Luego, ocultaron su cuerpo en el fondo de un pozo cercano al bosque.

Eleanor, devastada por la desaparición repentina de su amado, comenzó a perder la cordura. Pasaba horas frente a su gran espejo de cuerpo completo en su habitación, peinando su cabello una y otra vez, esperando que Thomas volviera a buscarla. A menudo se decía que hablaba sola, mirando fijamente su reflejo, como si el espejo le devolviera palabras que solo ella podía escuchar.

Unos meses después, Eleanor no pudo soportar más el dolor. Se encerró en su habitación y, frente al mismo espejo que había sido testigo de su lenta caída en la locura, tomó un cuchillo y se quitó la vida. Antes de morir, se cuenta que pronunció una última maldición: “Quien me mire y no me ame, será condenado a mi mismo destino.”

Desde entonces, la mansión quedó deshabitada, y con el tiempo, los habitantes del pueblo empezaron a contar historias inquietantes sobre extraños sucesos en la casa. Los pocos que se atrevieron a entrar, ya fuera por curiosidad o por valentía, siempre decían lo mismo: en la habitación de Eleanor, el espejo seguía intacto, y si te parabas frente a él, algo extraño ocurría. Al principio, solo veías tu reflejo, pero luego, lentamente, aparecía una figura detrás de ti. Era una mujer vestida de blanco, con el rostro triste y el cabello oscuro que caía en cascada sobre sus hombros. Algunos aseguraban que, si te quedabas lo suficiente, la figura extendía una mano hacia ti, y si la tomabas, desaparecías sin dejar rastro.

Las leyendas sobre la Mujer del Espejo comenzaron a circular más y más, hasta que se convirtió en una advertencia para los jóvenes del pueblo. Se decía que si pronunciabas el nombre de Eleanor tres veces frente a un espejo a la medianoche, ella aparecería detrás de ti y te llevaría con ella al más allá.

Pero la historia no terminó ahí. Con el paso de los años, algunos adolescentes, desafiando la advertencia, decidieron hacer una prueba de valor. Una noche, un grupo de cuatro amigos decidió entrar en la mansión y enfrentarse al espejo. Llegaron justo antes de la medianoche, armados con linternas y risas nerviosas. Subieron las escaleras de madera que crujían bajo sus pies hasta llegar a la habitación de Eleanor. Allí, cubierto de polvo pero aún reluciente, estaba el espejo.

Uno de ellos, Jason, el más valiente del grupo, se paró frente al espejo y, con una sonrisa desafiante, pronunció el nombre de Eleanor tres veces. Al principio, nada ocurrió. Se rieron, burlándose de la leyenda, pero en cuanto intentaron irse, la puerta de la habitación se cerró de golpe. Las risas se apagaron y la temperatura en la habitación cayó bruscamente. Uno a uno, los jóvenes miraron al espejo y, para su horror, vieron a una figura pálida emergiendo lentamente detrás de Jason. Era una mujer, con ojos oscuros y una expresión de tristeza infinita.

Jason intentó moverse, pero era como si estuviera paralizado. La mujer levantó una mano y la apoyó sobre su hombro. Un grito salió de su garganta mientras sus amigos intentaban desesperadamente abrir la puerta. Finalmente, lograron escapar, pero cuando miraron hacia atrás, Jason ya no estaba. Solo quedaba el espejo, con una nueva grieta en su superficie.

Desde esa noche, nadie volvió a entrar en la mansión, y la historia de la Mujer del Espejo se convirtió en una advertencia más seria. Se dice que aquellos que osan invocarla terminan atrapados en el espejo, condenados a compartir su destino, mientras ella sigue buscando a su amor perdido en los reflejos de quienes no la aman.

Y así, la leyenda de la Mujer del Espejo continúa asustando a generaciones, como un recordatorio de que algunos secretos y maldiciones no deben ser desafiados.

luiscorodelaguila@gmail.com
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