Capítulo I

Manipulación emocional

La sala de espera del consultorio estaba envuelta en un silencio expectante, roto solo por el ocasional crujido de los muebles de cuero. Los tonos suaves de las paredes y el aroma de lavanda que emanaba de los difusores no lograban disimular la tensión que se palpaba en el aire. Lucas, sentado en su silla de cuero giratoria, revisaba el expediente de su nueva paciente mientras esperaban la llegada de Clara. Sus dedos pasaban rápidamente por las hojas, absorbiendo cada detalle sobre la tragedia que había llevado a esta joven a su puerta.

Clara había perdido a su madre en un accidente automovilístico reciente, una pérdida que, según la información, había dejado una marca profunda en su psique. Las notas en el expediente indicaban una serie de síntomas clásicos: insomnio, ansiedad severa, y una creciente incapacidad para conectar con el mundo que la rodeaba. Lucas sabía que, para Clara, su consulta sería el primer paso hacia la recuperación, o bien, el primer paso hacia una manipulación más insidiosa.

La puerta del consultorio se abrió con un suave chirrido, y Clara entró con un aire de vulnerabilidad palpable. Su cabello, de un castaño claro que enmarcaba su rostro de manera desordenada, estaba recogido en un moño descuidado. Sus ojos, enmarcados por un halo de tristeza, buscaban instintivamente la comodidad en la habitación. Ella llevaba un abrigo negro que parecía demasiado grande para su figura delgada, como si intentara esconderse en él.

—Buenas tardes, Clara —dijo Lucas con una sonrisa cálida, levantándose para recibirla—. Soy el Dr. Lucas Ortiz. Por favor, siéntate. ¿Te gustaría algo de beber? ¿Agua, té?

Clara se sentó en el sofá frente a su escritorio, sus manos entrelazadas en su regazo como si intentaran anclarla en el presente. Negó con la cabeza, y su mirada se desvió hacia el suelo, evitando el contacto visual.

—No, gracias —murmuró, su voz temblorosa, traicionando su ansiedad—. Estoy bien.

Lucas se sentó de nuevo, ajustando la postura para parecer accesible y atento. Sabía que el primer encuentro era crucial para establecer una relación de confianza, una fachada que podía usar para sus propios fines.

—Entiendo. Vamos a hablar de lo que te preocupa, Clara. No hay prisa. Tómate tu tiempo.

El reloj en la pared parecía moverse más lentamente mientras Lucas observaba a Clara con una intensidad contenida. Notó cada pequeño gesto, cada titubeo en su voz, buscando signos de debilidad que pudiera explotar sutilmente. Su objetivo era ayudarla, sí, pero también había una parte de él que disfrutaba desentrañando las complejidades de su mente.

—Mi madre… —empezó Clara, su voz quebrándose—Ella murió hace tres semanas. Desde entonces, me siento… perdida. No puedo dormir bien, no quiero ver a nadie. Todo se siente… vacío.

Lucas asintió con comprensión, su rostro, una máscara de empatía genuina. Internamente, sin embargo, sentía una chispa de excitación. La vulnerabilidad de Clara le ofrecía un terreno fértil para sus experimentos mentales, y él se preparaba para adentrarse en las profundidades de su mente con la misma precisión con la que un cirujano explora una herida.

—Lamento mucho tu pérdida, Clara —dijo Lucas con una suavidad calculada—. El duelo es un proceso muy personal y doloroso. Me gustaría que me contaras más sobre tu madre. ¿Cómo era ella? ¿Qué recuerdos te vienen a la mente cuando piensas en ella?

Clara levantó la vista, sus ojos llenos de lágrimas mientras evocaba recuerdos. Había un brillo en su mirada, una mezcla de dolor y nostalgia que Lucas estudió minuciosamente. Cada palabra que Clara compartía era una pieza del rompecabezas que él estaba dispuesto a ensamblar para sus propios fines.

Mientras Clara hablaba, Lucas prestaba atención a cada matiz en su voz, cada pausa cargada de emoción. Se adentró en la conversación con una habilidad calculadora, guiando sutilmente la charla hacia áreas donde podía profundizar en su angustia y manipular su respuesta emocional. Cada detalle de su sufrimiento se convertía en una herramienta, una llave para desbloquear los aspectos más profundos de su psique.

El tiempo pasó sin que Clara se diera cuenta, inmersa en el torrente de sus recuerdos y emociones. Lucas la escuchaba con la paciencia de un experto, pero en su mente, el juego de poder estaba en marcha. Sabía que la clave para controlar a Clara era ganar su confianza, mantener la ilusión de cuidado y comprensión mientras cultivaba sus propias intenciones.

Cuando la sesión llegó a su fin, Clara se levantó con un aire de agotamiento y alivio. Lucas se puso de pie y le ofreció una sonrisa tranquilizadora, consciente de que había dado el primer paso en una manipulación meticulosa.

—Gracias por compartir eso conmigo, Clara —dijo él—. Espero que esta conversación te haya sido de ayuda. Nos veremos la próxima semana. Cuídate mucho.

Clara asintió, sus pasos lentos y pesados mientras salía del consultorio. Lucas se quedó solo, la puerta cerrada detrás de ella, y se permitió una sonrisa fría. Su juego había comenzado, y Clara, sin saberlo, había caído en la trampa de su fascinante y oscuro objetivo.

Clara salió del consultorio con un leve temblor en sus pasos, su mente aún enredada en el mar de emociones que había compartido. Lucas observó, por la ventana, su rostro imperturbable mientras la joven se alejaba. Los últimos rayos del sol se desvanecían en el horizonte, transformando la ciudad en una silueta de sombras y luces que parecían reflejar su propio estado interno.

Se volvió hacia su escritorio, donde el expediente de Clara descansaba como un recordatorio de la intrincada danza que había comenzado. Lucas se permitió un momento para reflexionar, su mente, trabajando con una precisión clínica para analizar cada detalle de la sesión. Mientras revisaba las notas que había tomado, se preguntó cómo podría profundizar aún más en la vulnerabilidad de Clara en futuras sesiones.

En su soledad, Lucas empezó a planificar meticulosamente los próximos pasos. La sesión había sido un éxito desde su perspectiva; había ganado la confianza de Clara y, al mismo tiempo, había comenzado a sembrar las semillas de una relación que podría ser manipulada a su favor. Cada historia que Clara había compartido, cada emoción que había dejado al descubierto, era un elemento crucial en su estrategia.

El consultorio estaba en silencio, un espacio ahora impregnado de la tensión que Clara había dejado atrás. Lucas caminó hacia la ventana y miró hacia abajo, observando la calle llena de gente que se apresuraba a sus destinos. Se preguntó cuántos de ellos llevaban, como él, una vida dual, escondiendo sus verdaderos deseos y motivos bajo una superficie de normalidad.

Mientras Lucas meditaba sobre la complejidad de su situación, escuchó el sonido del timbre de la puerta principal. Era el inicio de una nueva sesión, una oportunidad más para analizar la naturaleza humana desde un ángulo diferente. Con una respiración controlada y una postura relajada, se dirigió hacia la puerta, preparándose para recibir a su siguiente paciente.

En la sala de espera, una mujer de mediana edad, con un porte elegante y una expresión reservada, se levantó al oír su nombre. Lucas la saludó con la misma sonrisa cálida que había usado con Clara, pero en

su interior, se mantenía en alerta, buscando en esta nueva persona las pistas que podrían ofrecerle sobre su propia psique y sobre el poder que ejercía sobre sus pacientes.

Mientras la nueva paciente se acomodaba en el sofá frente a él, Lucas comenzó la sesión con una serie de preguntas estándar, su mente aún parcialmente enfocada en Clara y en la sesión que acababa de concluir. La dinámica de poder y control que había iniciado con Clara era una intrincada red en la que Lucas estaba inmerso, y cada interacción con un paciente le ofrecía nuevas oportunidades para perfeccionar su habilidad en la manipulación emocional.

Las horas avanzaron mientras Lucas trabajaba con sus pacientes, su mente navegando entre el juego de la empatía y la calculada manipulación. Finalmente, el último paciente del día se despidió, dejando a Lucas solo en su consultorio una vez más. El consultorio, ahora en silencio, se sentía como un santuario sombrío, donde las sombras danzaban sobre las paredes y el eco de las conversaciones pasadas aún resonaba.

Lucas se permitió un breve momento de descanso, abriendo el archivo de Clara nuevamente. Leía las notas que había tomado con una atención meticulosa, buscando patrones, debilidades y oportunidades que podría explotar. Cada palabra escrita era una pieza de un rompecabezas que estaba armado con precisión.

A medida que la noche caía y la ciudad fuera de las ventanas se iluminaba con el brillo de las luces nocturnas, Lucas se preparaba para el final de su jornada. Se permitió una breve sonrisa al pensar en la próxima sesión con Clara, anticipando el desafío que le esperaba. Sabía que su influencia sobre ella estaba solo en sus etapas iniciales, y que el verdadero trabajo aún estaba por comenzar.

El reloj en la pared marcaba el final de otro día, y Lucas apagó las luces del consultorio, dejándolo en la penumbra de la noche. Mientras salía del edificio y se adentraba en la oscuridad urbana, su mente estaba llena de estrategias y cálculos, su propia mente un reflejo de los juegos psicológicos que había comenzado a jugar.

La ciudad continuaba su curso, indiferente a las tormentas internas que se desataban en el corazón de su habitante más enigmático. Lucas caminaba hacia su destino, con la conciencia de que la trama de manipulación y control que había tejido con Clara era solo el principio de una historia más compleja y perturbadora.

La noche se cerraba sobre la ciudad con un manto de calma engañosa. Lucas, después de una jornada llena de sesiones, se dirigió a su apartamento, una moderna residencia en un elegante edificio de vidrio y acero. A medida que el ascensor lo llevaba al piso más alto, su mente seguía ocupada con los eventos del día.

El apartamento de Lucas era un reflejo de su personalidad: ordenado, elegante y cuidadosamente diseñado para proyectar éxito y control. Sin embargo, el ambiente frío y pulcro del lugar también servía como un recordatorio de la distancia emocional que mantenía con los demás. Se sirvió una copa de whisky y se dirigió a su terraza privada, que ofrecía una vista panorámica de la ciudad iluminada.

Mientras observaba las luces titilantes abajo, Lucas reflexionaba sobre la sesión con Clara. Su mente revisaba los detalles de la conversación, evaluando cada respuesta, cada gesto, y considerando cómo podría profundizar en su vulnerabilidad en las próximas sesiones. La habilidad para manipular los sentimientos de sus pacientes sin que estos se dieran cuenta era una forma de arte para él, y Clara representaba una nueva obra maestra en proceso.

—Una mente compleja, pero prometedora —murmuró Lucas para sí mismo, tomando un sorbo de su bebida—Necesitaré ser más astuto en nuestra próxima sesión.

Mientras el whisky comenzaba a hacer efecto, Lucas permitió que sus pensamientos se adentraran en el terreno resbaladizo de la moralidad. Sabía que estaba cruzando líneas que muchos considerarían inaceptables, pero en su mente, el objetivo justificaba los medios. Estaba dispuesto a explorar cada rincón de la psique de Clara, sin importar las consecuencias.

Su teléfono interrumpió sus pensamientos con un mensaje. Era un texto de su colega, Ana, que preguntaba sobre una reunión profesional que habían pospuesto. Lucas contestó de manera breve y cortés, pero su mente rápidamente volvió a Clara.

—¿Cómo responderá a mis preguntas la próxima vez?, pensó Lucas. —¿Qué otros secretos ocultarán bajo su superficie?

Con cada sesión, Lucas no solo buscaba entender a sus pacientes, sino también probar los límites de su propio poder sobre ellos. Clara era una víctima ideal en su complejo juego psicológico: vulnerable, emocionalmente frágil, y deseosa de encontrar consuelo y comprensión. Su sufrimiento era una herramienta en las manos de Lucas, y su capacidad para manipular la narrativa de su dolor estaba en plena marcha.

Esa noche, Lucas se sumergió en la preparación para la próxima sesión, revisando la información que había recopilado y elaborando estrategias sobre cómo avanzar. El proceso de manipulación requería una cuidadosa planificación y una comprensión precisa de las debilidades de Clara. Lucas estaba decidido a utilizar todas sus habilidades para influir en su estado emocional, y el próximo encuentro sería crucial para consolidar su control.

En su apartamento, el tiempo parecía pasar con una lentitud inquietante mientras Lucas revisaba notas y hacía anotaciones en su cuaderno. Cada detalle, cada respuesta que había dado Clara, era un eslabón en la cadena de manipulación que estaba forjando. Sabía que el verdadero desafío no era solo obtener la confianza de Clara, sino también mantenerla mientras cruzaba los límites de lo ético y lo moral.

Finalmente, exhausto, pero satisfecho con su preparación, Lucas se retiró a su dormitorio. Las luces se apagaron, y la oscuridad envolvió el apartamento. Mientras se acomodaba en la cama, su mente seguía trabajando, anticipando el próximo encuentro con Clara y las posibles reacciones que podría provocar.

La ciudad continuaba su vida abajo, pero para Lucas, la noche estaba llena de posibilidades y estrategias. Sabía que estaba caminando por un filo peligroso, pero la promesa de poder y control sobre la mente de Clara era un incentivo que lo mantenía en movimiento. En el silencio de la noche, con solo el murmullo lejano del tráfico como compañía, Lucas se sumergió en un sueño inquieto, sus sueños entrelazados con las sombras y luces de su vida dual.

El siguiente lunes llegó con una bruma ligera que envolvía la ciudad. Las primeras luces del día apenas comenzaban a despejarse cuando Lucas llegó al consultorio, dispuesto a continuar con su meticulosa estrategia. La tarde de trabajo se aproximaba y, con ella, la segunda sesión de Clara.

El consultorio de Lucas estaba preparado para la ocasión: el ambiente era ligeramente diferente, con una iluminación un poco más cálida que en la primera sesión. Había decidido que, para aumentar la sensación de cercanía y confianza, un pequeño toque de humanidad en el entorno sería útil. Lucas ajustó el ángulo de la lámpara y colocó una pequeña planta en la esquina del escritorio, creando una atmósfera más acogedora.

A las cuatro en punto, el timbre de la puerta indicó la llegada de Clara. Lucas se levantó para recibirla, su sonrisa cordial y sus gestos tranquilos enmascaraban la creciente anticipación que sentía.

—Hola, Clara —saludó Lucas, extendiendo la mano—Es bueno verte de nuevo. Por favor, siéntate.

Clara, con un abrigo azul y una bufanda que se había enrollado alrededor del cuello, se sentó en el sofá frente al escritorio. Su rostro mostraba signos de cansancio, y había un aire de inseguridad en su postura. Lucas notó estos detalles con una precisión calculadora.

—Buenas tardes, Doctor —dijo Clara con voz temblorosa, mientras dejaba su abrigo sobre el sofá—. He estado pensando mucho en lo que hablamos la semana pasada.

Lucas asintió, dando a entender que estaba interesado en lo que Clara tenía que decir. Su estrategia era escuchar y observar, manteniendo la apariencia de interés genuino mientras preparaba su próxima maniobra.

—Me alegra que hayas estado reflexionando sobre ello —dijo Lucas con tono suave—. Cuéntame, ¿cómo has estado manejando tus pensamientos y emociones desde nuestra última sesión?

Clara respiró profundamente, y Lucas observó cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Parecía que estaba en el borde de la desesperación, una señal que Lucas identificó como una oportunidad para intensificar su influencia.

—Es difícil, Doctor. A veces siento que no puedo respirar, como si el dolor de la pérdida de mi madre estuviera oprimiéndome todo el tiempo. He intentado distraerme, pero nada parece funcionar. Estoy… estancada.

Lucas asintió con comprensión, pero en su mente, calculaba cómo podía aprovechar la situación. Con una expresión de preocupación y cuidado, le dijo:

—Entiendo. El duelo puede ser abrumador y a veces es difícil encontrar una salida. ¿Qué cosas has intentado para sentirte mejor? ¿Hay algo que te haya ayudado, aunque sea un poco?

Clara sacudió la cabeza, sus manos entrelazadas apretándose con nerviosismo. Lucas observó cada movimiento con atención, buscando señales de debilidad y posibles áreas de vulnerabilidad.

—He intentado hacer cosas que solíamos hacer juntas, mi madre y yo, como ir al parque o leer… Pero no es lo mismo. Todo me recuerda a ella y me hace sentir aún más triste.

Lucas aprovechó la oportunidad para introducir un nuevo enfoque, planteando preguntas que pudieran sembrar la semilla de una dependencia emocional.

—¿Qué solían leer juntas? —preguntó, sus ojos fijándose en Clara con una intensidad que parecía desafiarla a abrirse aún más—. Tal vez podrías intentar enfocarte en esos recuerdos, en las cosas que solían hacer juntas. A veces, compartir esos recuerdos puede ser una forma de mantener viva la conexión con ella.

Clara lo miró con curiosidad, y Lucas notó un destello de esperanza en sus ojos, una señal de que la idea estaba siendo considerada. Sin embargo, también se daba cuenta de que esta propuesta podría llevarla a depender aún más de él para guiarla a través de su dolor.

—Quizás… podría intentarlo —dijo Clara, con un tono que denotaba una mezcla de escepticismo y deseo de creer—. No sé si funcionará, pero supongo que vale la pena intentarlo.

Lucas sonrió, satisfecho con el avance. Sabía que la clave era mantener la ilusión de control y dirección en la vida de Clara, mientras él manipulaba los hilos detrás del telón.

—Lo importante es que estás dispuesta a intentar cosas nuevas —dijo Lucas—. A veces, esos pequeños pasos pueden marcar la diferencia. Estoy seguro de que encontrarás formas de reconectar con esos recuerdos y quizás empezar a sanar.

La sesión continuó con una serie de discusiones sobre técnicas de afrontamiento y estrategias para manejar el duelo. Lucas se aseguró de que cada consejo que daba estuviera cuidadosamente diseñado para aumentar la dependencia de Clara hacia él. Su objetivo era que Clara comenzara a ver a Lucas no solo como un terapeuta, sino como una figura crucial en su proceso de curación.

Al final de la sesión, Clara se levantó con una ligera mejora en su ánimo, agradecida por el consejo y por la aparente comprensión. Sin embargo, Lucas sabía que el verdadero trabajo aún estaba por hacerse.

—Gracias por tu tiempo, Doctor —dijo Clara, mientras se dirigía hacia la puerta—. Siento que, al menos, he dado un pequeño paso adelante.

Lucas la despidió con una sonrisa y la observó salir del consultorio. Una vez que Clara se fue, Lucas se permitió una breve sonrisa de satisfacción. Sabía que estaba en el camino correcto, construyendo una relación que le permitiría manipular las emociones de Clara con aún más eficacia.

El consultorio, ahora vacío, parecía resonar con el eco de las conversaciones pasadas. Lucas se sentó en su escritorio, revisando las notas de la sesión con una atención meticulosa. Cada detalle, cada palabra de Clara, se convertía en una pieza en el complejo rompecabezas que estaba ensamblando.

La noche avanzaba lentamente, y Lucas se preparaba para cerrar el consultorio. La planificación para la próxima sesión ya estaba en marcha, y él sabía que su manipulación debía ser refinada con precisión para mantener el control. Mientras apagaba las luces y se dirigía hacia la salida, Lucas se sentía intranquilo pero emocionado, anticipando el próximo capítulo en su intrincado juego psicológico con Clara.

El día siguiente amaneció con una frialdad que parecía reflejar el estado emocional de Clara. Mientras se preparaba para ir a trabajar, se enfrentaba al reflejo de un rostro cansado y abatido. El consejo de Lucas de centrarse en los recuerdos de su madre le había dado una pequeña esperanza, pero también la había dejado con una sensación persistente de duda y ansiedad.

A lo largo de la mañana, Clara intentó seguir el consejo de Lucas. Sacó un libro que solía leer con su madre y se sentó en el pequeño rincón de lectura de su apartamento, esperando que los recuerdos le proporcionaran algún tipo de consuelo. Sin embargo, lo que encontró fue una sensación de desolación. Las palabras en la página parecían desvanecerse frente a sus ojos, y el recuerdo de su madre solo acentuaba el vacío que sentía.

En su oficina, Clara trató de mantener la compostura mientras trabajaba. Su jefe notó que estaba distraída, pero ella logró cubrir su malestar con una sonrisa forzada. Los compañeros de trabajo le ofrecieron comentarios casuales y cordiales, pero Clara apenas escuchaba. Su mente seguía regresando a la sesión con Lucas y a la tristeza que parecía consumirla.

Mientras tanto, en el consultorio de Lucas, él estaba en su oficina, preparando los detalles para su próxima sesión con Clara. Con una habilidad precisa, revisó y organizó las notas, ajustando su estrategia según lo que había observado en la última sesión. Sabía que debía incrementar la presión emocional y reforzar su papel como una figura esencial en el proceso de curación de Clara.

Lucas también dedicó un tiempo a revisar las últimas investigaciones sobre la manipulación emocional y la psicología del duelo. Sabía que para mantener a Clara bajo su influencia, debía adaptarse y evolucionar, asegurándose de que sus técnicas de manipulación fueran lo más efectivas posible.

A media tarde, Lucas recibió un mensaje de texto de Clara, solicitando cambiar la hora de su próxima cita debido a un compromiso de trabajo. Con una sonrisa calculada, Lucas respondió con flexibilidad, mostrando su comprensión y disposición a adaptarse a las necesidades de su paciente.

—Claro, Clara. Podemos reprogramar nuestra cita para otro momento que te resulte más conveniente. Solo avísame cuándo te viene bien —escribió Lucas, con la intención de reforzar su imagen de terapeuta comprensivo y flexible.

Esa noche, Clara regresó a su apartamento exhausta y emocionalmente drenada. A pesar de sus esfuerzos por seguir el consejo de Lucas, sentía que estaba atrapada en un ciclo de dolor y desesperanza. Se preguntaba si había algo que realmente pudiera hacer para avanzar en su proceso de duelo.

Cuando recibió la respuesta de Lucas, Clara se sintió aliviada por la flexibilidad que le ofrecía. Aunque sus pensamientos estaban nublados por la tristeza, valoraba el hecho de que Lucas parecía estar dispuesto a adaptarse a sus necesidades.

Antes de acostarse, Clara decidió revisar sus mensajes y prepararse para la próxima sesión. En la soledad de su apartamento, comenzó a escribir en su diario, expresando sus pensamientos y sentimientos más

profundos. Mientras escribía, intentó analizar sus emociones y buscar algún indicio de progreso. Sin embargo, la escritura se convirtió en una mezcla de lamentos y reflexiones sobre la pérdida de su madre.

—¿Realmente estoy avanzando? —se preguntó Clara en voz baja, sus lágrimas cayendo sobre las páginas de su diario.

Lucas, por otro lado, pasaba su noche revisando los perfiles de sus pacientes en un intento por entender mejor sus estados emocionales y cómo manipularlos sutilmente. Cuando finalmente se fue a la cama, su mente seguía girando en torno a Clara y los métodos que utilizaría para profundizar su control sobre ella. Sabía que el proceso sería gradual y que debía ser paciente, pero estaba decidido a tener éxito.

La noche se alargó en una serie de pensamientos inquietantes y planes estratégicos, mientras Lucas perfeccionaba su enfoque en el intrincado juego psicológico que había comenzado con Clara. Estaba preparado para lo que viniera, anticipando cada movimiento con la precisión de un ajedrecista. Su objetivo era claro: mantener a Clara bajo su influencia mientras perfeccionaba su habilidad para manipular la mente humana.

La semana siguiente se acercaba con nuevas oportunidades y desafíos. Lucas estaba ansioso por ver cómo Clara respondería a sus tácticas en la próxima sesión y cómo podía ajustar su estrategia para seguir avanzando en su objetivo. Mientras la ciudad dormía, Lucas se preparaba para el próximo capítulo en su complejo y oscuro juego de control emocional.

Miércoles por la mañana.

El día de la nueva sesión llegó con un ambiente que parecía inusualmente gris. Clara se preparaba con una mezcla de esperanza e incertidumbre, sus pensamientos dominados por las palabras de Lucas y la presión que sentía para avanzar en su proceso de duelo. Se vistió con cuidado, eligiendo una blusa blanca que solía hacerla sentir un poco más segura de sí misma, y salió de su apartamento con la intención de enfrentar la sesión con una mente abierta, aunque cargada de nervios.

Lucas, por su parte, ya estaba en el consultorio, realizando los preparativos para la sesión. Había decidido implementar un enfoque más introspectivo y desafiante, con la intención de profundizar aún más en las emociones de Clara. Mientras organizaba su escritorio y revisaba las notas, Lucas se centró en cómo podría hacer que Clara se abriera más, utilizando técnicas que le permitieran explorar sus miedos más profundos y sus deseos reprimidos.

Cuando Clara llegó, Lucas la recibió con una calidez que era una fachada cuidadosamente elaborada.

—Hola, Clara. Me alegra verte nuevamente. ¿Cómo te has sentido desde nuestra última sesión? —preguntó Lucas, guiándola hacia el sofá con una actitud que pretendía ser reconfortante.

Clara se sentó con un suspiro. Sus ojos revelaban una mezcla de fatiga y determinación. Aunque había hecho un esfuerzo por seguir el consejo de Lucas, sentía que no había logrado mucho progreso. Se preguntaba si su dolor era demasiado profundo para ser aliviado con simples recuerdos y estrategias.

—He intentado recordar los buenos momentos con mi madre, como me sugeriste —comenzó Clara, sus palabras saliendo de manera entrecortada—. Pero a veces, parece que el dolor se vuelve más fuerte cuando me concentro en esos recuerdos.

Lucas asintió, mostrando una expresión de comprensión que enmascaraba su intrincado plan. Sabía que Clara estaba luchando con sus emociones, y eso era una oportunidad para incrementar la presión psicológica.

—Es completamente natural que el dolor se intensifique cuando te enfrentas a él —dijo Lucas con voz tranquila—. A veces, el proceso de enfrentar esos recuerdos puede ser doloroso antes de comenzar a sanar. ¿Has notado algún patrón en tus pensamientos o emociones cuando intentas conectarte con esos recuerdos?

Clara frunció el ceño, su mente, buscando respuestas en medio de la confusión emocional. Lucas observó cada gesto y expresión, sabiendo que el control sobre Clara dependía de su capacidad para guiarla a través de su angustia sin permitirle recuperar el equilibrio emocional.

—Sí, he notado que me siento más triste y más desesperanzada cuando pienso en los momentos felices —dijo Clara—. Es como si esos recuerdos fueran una burla cruel de lo que perdí.

Lucas se inclinó ligeramente hacia adelante, creando una sensación de intimidad y urgencia.

—Eso puede ser una señal de que aún hay emociones profundas que no has procesado completamente. A veces, el dolor es un mensaje de que necesitamos explorar esas emociones más a fondo. ¿Qué piensas que podrías estar sintiendo que aún no has abordado?

Clara se quedó en silencio, su mente tratando de dar sentido a las palabras de Lucas. La intensidad de la pregunta parecía agitar sus pensamientos más profundos, y Lucas aprovechó la oportunidad para profundizar aún más.

—Quizás… siento una mezcla de culpa y enojo —admitió Clara finalmente—. Me siento culpable por no haber pasado más tiempo con mi madre en sus últimos días, y también estoy enojada por cómo se nos arrebató tan repentinamente.

Lucas asintió lentamente, asimilando esta nueva información con atención. Sabía que había tocado un nervio sensible y estaba decidido a seguir explotando esa vulnerabilidad.

—La culpa y el enojo son emociones muy poderosas y pueden ser difíciles de manejar —dijo Lucas—. A veces, explorar esas emociones más a fondo puede ayudarte a entender mejor tu duelo y a encontrar maneras de reconciliarte con esos sentimientos.

Clara asintió, pareciendo más receptiva, a la idea de enfrentarse a sus emociones, aunque visiblemente perturbada. Lucas vio esto como una señal positiva, sabiendo que estaba logrando que Clara se involucrara más profundamente en su proceso terapéutico y, por ende, en su manipulación.

La sesión avanzó con una serie de discusiones sobre la culpa y el enojo, y Lucas guiaba a Clara a través de ejercicios diseñados para hacerla confrontar y explorar esos sentimientos de manera más intensa. Cada ejercicio era una táctica cuidadosamente diseñada para mantener a Clara centrada en sus emociones y en su dependencia de él.

Finalmente, la sesión llegó a su fin. Clara se levantó, su rostro mostrando signos de agotamiento y una nueva forma de vulnerabilidad. Aunque Lucas había logrado avanzar en su manipulación, también había dejado a Clara en un estado emocionalmente inestable.

—Gracias por tu ayuda, Doctor —dijo Clara, su voz, un susurro cansado—. Siento que estoy empezando a comprender un poco más sobre mis sentimientos, aunque es doloroso.

Lucas sonrió, manteniendo su apariencia de empatía y comprensión.

—Me alegra escuchar eso, Clara. El proceso puede ser difícil, pero cada paso que das es un avance hacia la sanación. Nos vemos en nuestra próxima sesión, y si necesitas algo antes de eso, no dudes en contactarme.

Clara asintió y se dirigió hacia la puerta, su mente aun procesando lo que había experimentado. Mientras ella salía, Lucas se quedó en el consultorio, reflexionando sobre el progreso logrado y los próximos pasos en su plan.

A medida que el sol comenzaba a ocultarse, Lucas se preparó para revisar las notas de la sesión y ajustar su estrategia para continuar con su manipulación. Sabía que cada sesión era una oportunidad para profundizar su control y que el equilibrio entre la empatía aparente y la manipulación era crucial para mantener a Clara bajo su influencia.

Con una satisfacción calculada, Lucas se dispuso a cerrar el consultorio y salir hacia la noche, donde la ciudad ofrecía un mundo de distracciones y nuevas oportunidades. Mientras caminaba hacia su apartamento, sus pensamientos estaban enfocados en la próxima sesión, en cómo seguiría manejando a Clara y en los resultados que esperaba alcanzar con su intrincado juego psicológico.

Viernes por la tarde.

La semana avanzaba con un ritmo que Clara no podía seguir. A pesar de sus esfuerzos, sentía que cada día se deslizaba sin lograr un avance significativo en su proceso de duelo. La intensidad de la última sesión con Lucas había dejado un rastro de confusión y dolor que parecía no desvanecerse. Clara había intentado seguir con su rutina diaria, pero su mente estaba constantemente atrapada en el torbellino de sus emociones.

En su lugar de trabajo, Clara luchaba por concentrarse. Sus compañeros de oficina notaron que estaba distraída y ausente, pero ella logró esquivar las preguntas con sonrisas tensas y respuestas evasivas. Cada tarea se sentía abrumadora, y la culpa que Lucas había ayudado a resurgir la mantenía atrapada en un ciclo de auto recriminación.

—¿Todo bien, Clara? —le preguntó su compañero de oficina, Javier, mientras ella revisaba papeles de manera automática—. Te veo un poco agobiada.

—Sí, solo… tengo mucho en la cabeza —respondió Clara, forzando una sonrisa—. Estoy tratando de lidiar con algunas cosas personales.

Mientras tanto, Lucas estaba en su apartamento, reflexionando sobre el progreso de la semana. La sesión con Clara había sido productiva desde su perspectiva. Había logrado intensificar su manipulación, haciendo que Clara enfrentara emociones profundas y dolorosas, lo que le permitiría mantener un mayor control sobre su estado emocional.

Lucas estaba sentado en su estudio, rodeado de libros de psicología y artículos sobre manipulación emocional. Había pasado la mañana revisando investigaciones recientes y ajustando su enfoque para la próxima sesión. Aunque su apariencia exterior era la de un profesional impecable y dedicado, en su interior comenzaba a experimentar una serie de inquietudes.

—¿Estoy cruzando una línea? —se preguntó Lucas en voz baja mientras hojeaba un libro sobre ética en la terapia—. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar para alcanzar mis objetivos?

A medida que se preparaba para una reunión de trabajo por la tarde, Lucas no podía evitar sentirse perturbado por la intensidad de su propia manipulación. La línea entre el control y la empatía se estaba desdibujando, y Lucas sabía que debía ser cauteloso para no perder el equilibrio. A pesar de sus inquietudes, estaba decidido a seguir adelante con su plan, con la convicción de que los fines justificaban los medios.

Lunes siguiente.

La siguiente sesión con Clara llegó con un aire de tensión palpable. Clara se presentó con un aspecto visiblemente cansado, y Lucas notó de inmediato que su estrategia de la última sesión había dejado cicatrices emocionales. La tristeza en los ojos de Clara era evidente, y su lenguaje corporal reflejaba una creciente inseguridad.

—Hola, Clara —saludó Lucas, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora—. ¿Cómo has estado desde nuestra última sesión?

Clara se sentó en el sofá, evitando el contacto visual inicial. Su voz era una mezcla de agotamiento y vulnerabilidad.

—He estado… intentando lidiar con todo —dijo Clara, sus palabras saliendo con dificultad—. Ha sido una semana difícil. Las emociones han sido más intensas de lo que esperaba.

Lucas asintió, manteniendo su rostro, en una expresión de preocupación comprensiva. Sabía que era crucial no perder la apariencia de apoyo y comprensión, incluso mientras manipulaba a Clara.

—Entiendo que el proceso puede ser abrumador —dijo Lucas con un tono suave—. A veces, enfrentarse a los sentimientos más profundos puede hacer que parezca que el dolor se intensifica antes de que empieces a sanar. ¿Te gustaría hablar más sobre lo que has estado sintiendo?

Clara comenzó a relatar sus experiencias de la semana, compartiendo cómo la intensidad de sus emociones había afectado su vida diaria y su capacidad para realizar tareas simples. Lucas escuchó atentamente, realizando comentarios y preguntas diseñadas para profundizar aún más en su angustia.

—Siento que estoy atrapada en un ciclo de tristeza y culpa, intento entenderme —dijo Clara, sus palabras llenas de desesperación—. A veces, me pregunto si alguna vez podré salir de este dolor.

Lucas aprovechó esta oportunidad para introducir una nueva estrategia. Le sugirió a Clara que escribiera una carta a su madre, expresando todos los sentimientos que había estado acumulando. Esta técnica, aunque bien intencionada en apariencia, tenía la intención de profundizar aún más la conexión emocional de Clara con su dolor, aumentando su dependencia en el proceso terapéutico.

—A veces, expresar nuestros sentimientos en palabras puede ayudarnos a entender y procesar mejor nuestras emociones —dijo Lucas—. Escribir una carta a tu madre puede ser una forma de liberarte de parte de esa carga emocional y empezar a encontrar un sentido de cierre.

Clara asintió, aunque con una mezcla de duda y esperanza. Lucas se aseguró de darle instrucciones claras sobre cómo redactar la carta y la animó a compartirla con él en la próxima sesión. Quería que Clara se enfocara en sus sentimientos de culpa y tristeza, manteniéndola inmersa en el ciclo emocional que él había ayudado a crear.

Después de la sesión, Clara se fue del consultorio con una mezcla de emociones, llevando consigo la tarea de la carta como un nuevo desafío en su proceso de duelo. Lucas observó su partida con una satisfacción contenida. Había logrado mantener a Clara en el camino de la manipulación emocional, y su próxima tarea era seguir refinando su control mientras preparaba el terreno para las siguientes sesiones.

Lucas regresó a su apartamento, donde se permitió una breve pausa para reflexionar sobre el día. Se sirvió una copa de whisky y se dirigió a su terraza, observando la ciudad iluminada. Mientras disfrutaba de su bebida, pensaba en el impacto de su manipulación en Clara y en cómo eso afectaba su propia psique.

El whisky ayudó a calmar su mente, pero también avivó las dudas que había estado experimentando. El balance entre el poder y la ética se estaba volviendo cada vez más difuso, y Lucas se preguntaba hasta qué punto estaba dispuesto a llevar su manipulación. Aunque estaba decidido a alcanzar sus objetivos, el costo personal y emocional del proceso estaba comenzando a hacer mella en él.

—¿Estoy perdiendo parte de mí mismo en el proceso? —se preguntó Lucas, mirando las luces de la ciudad.

A medida que se acomodaba en su sillón, Lucas sabía que debía mantener la compostura y el enfoque. La manipulación de Clara era solo una parte de un juego mucho más grande, y el éxito dependía de su capacidad para mantenerse firme y decidido. El equilibrio entre el control y la moralidad era delicado, pero Lucas estaba dispuesto a seguir adelante, con la determinación de alcanzar sus objetivos, sin importar los costos.

Miércoles por la tarde.

La semana estaba llevando a Clara a sus límites emocionales. La tarea de escribir la carta a su madre, recomendada por Lucas, se había convertido en una fuente de ansiedad y desconfianza. Aunque Clara entendía el valor terapéutico de expresar sus sentimientos, cada palabra en la carta parecía aumentar su

sensación de vacío y desesperanza. La carta se había convertido en un reflejo de su dolor, y la tarea, lejos de proporcionar alivio, la había sumido en una mayor introspección sobre su culpa y tristeza.

Clara decidió finalmente buscar un espacio tranquilo en el parque cercano para trabajar en la carta. Se sentó en un banco bajo un gran roble, con el papel y el bolígrafo en mano. El parque estaba parcialmente desierto, con solo unas pocas personas disfrutando de la tarde soleada. Clara observó los árboles y la naturaleza que la rodeaba, tratando de encontrar un momento de paz para escribir.

Con cada palabra que escribía, Clara sentía que estaba confrontando sus emociones más oscuras. La carta se convirtió en un lamento sincero, expresando su arrepentimiento y sus sentimientos de impotencia. Al final, Clara miró el papel y se sintió abrumada por el peso de sus propias palabras.

—¿Esto realmente ayudará? —se preguntó Clara en voz baja, secándose las lágrimas que había derramado mientras escribía.

La duda y el cansancio comenzaron a dominar sus pensamientos. Aunque intentaba seguir el consejo de Lucas, el proceso se estaba volviendo cada vez más doloroso y difícil de manejar. Sin embargo, no quería decepcionarlo ni parecer que no estaba comprometida con su propia recuperación.

Mientras Clara estaba en el parque, Lucas se encontraba en su consultorio, revisando las notas y preparando la próxima sesión. Su enfoque estaba en perfeccionar su técnica de manipulación para la siguiente fase. Decidió que era el momento de introducir un nuevo elemento en la terapia, algo que fortalecería aún más la dependencia de Clara.

—Es hora de dar un pequeño empujón —murmuró Lucas mientras ajustaba algunos papeles en su escritorio.

Jueves por la mañana.

El día siguiente, Clara fue a trabajar con una sensación de agotamiento persistente. La carta no había sido una cura mágica, sino un recordatorio doloroso de lo que había perdido. Sus colegas notaron su cansancio, pero Clara se esforzaba por mantener una fachada de normalidad. A pesar de sus esfuerzos, se dio cuenta de que su dolor emocional estaba afectando su desempeño laboral y su capacidad para interactuar con los demás.

—¿Todo en orden, Clara? —le preguntó Javier de nuevo, con una expresión de preocupación genuina—. Pareces realmente agotada.

—Sí, solo… he estado ocupada con algunas cosas personales —dijo Clara, evitando el contacto visual.

Por la tarde, Clara recibió un mensaje de Lucas pidiéndole que llegara a la sesión de la tarde un poco antes para discutir un “nuevo enfoque” que él quería introducir. Clara sintió una mezcla de inquietud y curiosidad. Sabía que Lucas era meticuloso en su enfoque, pero no podía evitar preguntarse qué nuevas técnicas estaría planeando.

Viernes por la tarde.

La sesión comenzó con una atmósfera de tensión. Clara llegó al consultorio con la carta en la mano, preparándose para entregarla a Lucas. Cuando entró, Lucas la recibió con su característica sonrisa y la invitó a sentarse.

—Hola, Clara. Me alegra verte. ¿Cómo te has sentido con la carta? —preguntó Lucas, su tono cargado de un interés calculado.

Clara le entregó la carta con una mezcla de alivio y vergüenza.

—La escribí, como me pediste. Fue más difícil de lo que esperaba. Aquí está —dijo Clara, su voz temblando ligeramente.

Lucas tomó la carta con una expresión de interés genuino. La leyó con atención, su rostro mostrando una mezcla de comprensión y preocupación. Sabía que esta carta era una pieza clave en su estrategia para profundizar el control sobre Clara.

—Has hecho un gran esfuerzo, Clara —dijo Lucas después de leer la carta—. Tus sentimientos son válidos y el hecho de que hayas sido tan honesta es un paso importante.

Sin embargo, Lucas tenía una agenda oculta. Decidió introducir una técnica adicional para profundizar aún más la dependencia emocional de Clara.

—Quisiera sugerir algo que podría ayudarte a avanzar aún más —dijo Lucas, manteniendo un tono suave y persuasivo—. Además de trabajar en la carta, ¿qué te parece si exploramos técnicas de visualización para ayudarte a enfrentar y procesar estos sentimientos? Creo que esto podría ser útil para que puedas comenzar a sentirte más en control.

Clara, agotada, pero aún dispuesta a probar cualquier cosa que pudiera ayudar, aceptó la sugerencia. Lucas procedió a guiarla a través de un ejercicio de visualización, en el que Clara imaginaba escenarios en los que podía enfrentar y liberar sus emociones de manera segura. Aunque el ejercicio parecía benigno en apariencia, estaba diseñado para intensificar su enfoque en el dolor y la culpa.

La sesión terminó con Clara sintiéndose emocionalmente drenada, pero también algo aliviada por haber intentado una nueva técnica. Lucas la despidió con palabras de aliento, sugiriendo que continuara con la visualización y la reflexión sobre sus sentimientos.

Sábado por la noche.

Esa noche, Clara se encontró de nuevo en el parque, sentada en el mismo banco donde había trabajado en su carta. La visualización le había dejado una sensación de desorientación, y se preguntaba si estaba realmente avanzando en su proceso de duelo. Su mente estaba abrumada por una mezcla de gratitud hacia Lucas y dudas sobre el verdadero propósito de las técnicas que él le estaba proponiendo.

Mientras tanto, Lucas pasaba su noche revisando los detalles de la sesión y preparando la próxima. Su control sobre Clara estaba consolidado, y la estrategia de manipulación estaba dando frutos. Sin embargo, también había comenzado a notar que el proceso estaba afectando su propio estado mental. La línea entre la empatía genuina y la manipulación se estaba volviendo cada vez más borrosa, y Lucas se encontraba luchando con una creciente inquietud sobre su propio papel en este complejo juego emocional.

—¿Hasta qué punto estoy dispuesto a llegar? —se preguntó Lucas mientras revisaba sus notas.

A pesar de sus dudas, Lucas estaba decidido a seguir adelante. La manipulación de Clara era un desafío que lo mantenía centrado y motivado, pero también comenzaba a cuestionar el impacto de sus acciones tanto en Clara como en él mismo.

Domingo por la mañana.

La semana había sido intensa y emocionalmente agotadora para ambos. Clara se despertó con una sensación de incertidumbre, tratando de encontrar un equilibrio entre el dolor que había enfrentado y las expectativas de recuperación que Lucas había establecido. La carta y las técnicas de visualización le habían dado un enfoque en sus emociones, pero también la habían dejado con una mayor sensación de vulnerabilidad y dependencia.

En el consultorio, Lucas preparaba su enfoque para la próxima semana, con la intención de seguir profundizando su control sobre Clara mientras manejaba sus propias preocupaciones internas. Sabía que la manipulación era un arte complejo, y estaba decidido a perfeccionar su técnica, sin dejar de lado su apariencia de profesionalismo y cuidado.

La semana había terminado, pero el juego de control emocional y manipulación apenas comenzaba. La interacción entre Lucas y Clara se estaba volviendo más compleja y emocionalmente cargada, y el desafío para ambos estaba lejos de resolverse.

Lunes por la mañana.

El inicio de la semana trajo consigo un sentimiento de anticipación y ansiedad para Clara. La intensidad emocional de la última sesión había dejado una marca profunda en ella, y la tarea de continuar con la visualización la había dejado emocionalmente exhausta. Clara se sentía atrapada en un ciclo de reflexión dolorosa y creciente dependencia de las sesiones con Lucas.

En el trabajo, Clara intentó concentrarse en sus tareas, pero el peso de sus emociones y el impacto de la terapia sobre su estado mental seguían interfiriendo con su capacidad para desempeñarse adecuadamente. Las tareas se acumulaban y su capacidad para interactuar con sus compañeros se volvía cada vez más limitada.

—¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó Javier mientras Clara revisaba documentos con una expresión agotada—. Pareces estar luchando con todo.

—No, estoy bien —dijo Clara, forzando una sonrisa—. Solo tengo muchas cosas en la cabeza.

Javier observó con preocupación, pero Clara evitó profundizar en sus problemas personales. La presión para aparentar normalidad se estaba volviendo abrumadora.

Martes por la tarde.

En la siguiente sesión con Lucas, Clara llegó al consultorio con una mezcla de expectativas y temores. Lucas la recibió con su característico aire de calidez profesional, pero Clara no podía dejar de preguntarse cómo su terapeuta estaba manejando su creciente dependencia emocional.

—Hola, Clara —saludó Lucas—. ¿Cómo te has sentido esta semana? ¿Cómo ha ido el proceso de visualización?

Clara se sentó y le entregó a Lucas un pequeño cuaderno donde había anotado sus pensamientos y sentimientos relacionados con la visualización.

—He estado intentando seguir el ejercicio —dijo Clara—. Ha sido difícil, y me siento muy cansada. No estoy segura de si esto realmente me está ayudando.

Lucas revisó las notas de Clara con atención. En su mente, cada detalle era una pieza importante en el rompecabezas de la manipulación emocional que estaba construyendo.

—Es completamente normal sentirse cansada y abrumada —dijo Lucas con una sonrisa tranquilizadora—. El proceso de enfrentar y procesar emociones profundas puede ser agotador. ¿Has notado algún cambio en tus emociones o pensamientos desde que comenzaste el ejercicio?

Clara asintió, su expresión llena de incertidumbre.

—Sí, me siento más vulnerable. A veces, siento que estoy atrapada en un lugar oscuro, sin salida —admitió Clara—. Pero también he tenido algunos momentos en los que siento que podría estar avanzando.

Lucas utilizó esta oportunidad para fortalecer su estrategia. Decidió implementar un enfoque más intensivo, sugiriendo que Clara considerara llevar un diario emocional más detallado y participara en ejercicios de autoafirmación para aumentar su autoconsciencia.

—Te recomiendo que lleves un diario emocional más detallado —dijo Lucas—. Anota no solo tus pensamientos y sentimientos, sino también cualquier evento o interacción que te cause una respuesta emocional significativa. Además, los ejercicios de autoafirmación podrían ayudarte a comenzar a reestructurar tu percepción de ti misma.

Clara asintió, aunque la idea de agregar más tareas a su ya abrumadora carga emocional le parecía desalentadora. Sin embargo, confiaba en la experiencia de Lucas y estaba dispuesta a seguir sus recomendaciones.

Jueves por la noche.

Esa noche, Clara se encontró en su apartamento, tratando de llevar a cabo las nuevas tareas propuestas por Lucas. Se sentó en su escritorio, rodeada de notas y su diario emocional. La tarea de escribir sobre sus sentimientos y eventos considerables se sentía abrumadora, y la autoafirmación parecía como un desafío adicional que no podía manejar completamente.

Mientras Clara luchaba con sus tareas, Lucas se encontraba en su apartamento, preparando los detalles para la próxima sesión. Aunque su apariencia de profesionalismo y calma permanecía intacta, en su interior había una creciente sensación de disconformidad. La manipulación de Clara estaba siendo efectiva, pero el impacto en su propia psicología le empezaba a preocupar.

—¿Hasta dónde debería llegar? —se preguntó Lucas revisaba su estrategia—. Estoy logrando mis objetivos, pero el costo emocional está aumentando.

Viernes por la mañana.

Al comenzar el día, Clara sintió que la presión emocional estaba alcanzando un punto crítico. La carga de trabajo, la presión emocional y las nuevas tareas de terapia estaban comenzando a afectar seriamente su bienestar. Durante el trabajo, su productividad estaba en su punto más bajo, y su capacidad para interactuar con sus compañeros estaba deteriorada.

—¿Te sientes bien, Clara? —preguntó Javier, notando su estado—. Parece que has tenido una semana difícil.

—Sí, solo… es un momento complicado —dijo Clara, forzando una sonrisa—. Estoy tratando de hacer lo mejor que puedo.

Javier parecía preocupado, pero Clara no se sentía lista para abrirse a él sobre sus problemas personales.

Sábado por la tarde.

El fin de semana llegó, y Clara decidió tomarse un tiempo para sí misma. Se dirigió a un café tranquilo, buscando un respiro de su rutina agobiante. Mientras tomaba un café, trató de relajarse y pensar en lo que había estado experimentando. Sus pensamientos estaban llenos de confusión y desesperanza, y no podía evitar preguntarse si estaba realmente avanzando o simplemente atrapada en un ciclo de dolor.

En ese momento, Clara vio a su terapeuta, Lucas, entrando en el café. Aunque se sorprendió al verlo en un entorno no profesional, intentó mantener la calma. Lucas la vio y se acercó con una sonrisa casual.

—Hola, Clara —saludó Lucas—. Qué sorpresa encontrarte aquí.

Clara se sorprendió, pero se obligó a responder con cortesía.

—Hola, Doctor Lucas. Sí, solo estoy tratando de desconectar un poco.

Lucas aprovechó la oportunidad para mantener una conversación amigable que, aunque parecía casual, tenía el propósito de reforzar su control sobre Clara. Durante la conversación, Lucas hizo preguntas sobre el proceso de terapia y cómo se sentía Clara, mientras ofrecía consejos adicionales sobre cómo manejar el estrés.

—A veces, es importante encontrar tiempo para uno mismo —dijo Lucas—. No te sientas mal por tomarte un descanso. Es parte del proceso de sanación.

Domingo por la mañana.

Clara se despertó con una sensación de incertidumbre, reflexionando sobre la conversación con Lucas en el café. Aunque la interacción había sido amistosa, la casualidad del encuentro le había dejado una sensación incómoda.

Mientras tanto, Lucas revisaba su agenda para la próxima semana, preparándose para continuar con su estrategia de manipulación. Sabía que el desafío estaba lejos de terminar y que debía mantener su enfoque para lograr sus objetivos. A pesar de sus propias inquietudes internas, estaba decidido a seguir adelante con su plan.

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