En un remoto pueblo enclavado entre montañas, existía una leyenda que hablaba de un antiguo espíritu que protegía la cumbre más alta, conocida como el Monte Luminoso. Los aldeanos creían que aquel espíritu, conocido como Ayllu, se manifestaba en la forma de un majestuoso cóndor dorado que sobrevolaba la montaña. Su misión era salvaguardar la paz y la prosperidad del pueblo, asegurando que nunca sufrieran hambrunas ni desastres naturales.
Sin embargo, la tranquilidad del pueblo se vio amenazada cuando un grupo de mineros llegó a la región en busca de oro. Deslumbrados por la riqueza que prometía la montaña, comenzaron a excavar sin descanso, sin respetar las advertencias de los ancianos que hablaban del guardián. A medida que los mineros profundizaban, el cóndor dorado comenzó a aparecer menos en el cielo, y el pueblo empezó a notar cambios inquietantes: las lluvias escasearon y las cosechas se marchitaron.
Un joven llamado Kuntur, que había crecido escuchando las historias sobre Ayllu, decidió investigar. Una noche, mientras subía la montaña, se encontró con una anciana en el camino que parecía saber más de lo que dejaba ver. Ella le advirtió que el cóndor estaba sufriendo por el daño que los mineros causaban a su hogar y que, si no se detenían, el espíritu se vería obligado a tomar medidas drásticas para proteger su montaña.
Movido por el deseo de salvar su hogar, Kuntur reunió a los aldeanos y les habló sobre la importancia del guardián y los peligros de la codicia. Sin embargo, muchos estaban demasiado cegados por la promesa de riqueza. Decidido a actuar, Kuntur subió solo a la cima del Monte Luminoso para encontrar al cóndor dorado.
Al llegar a la cumbre, Kuntur se arrodilló y pidió perdón al espíritu en nombre de su pueblo. Le prometió que harían lo correcto y protegerían la montaña. Justo cuando las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos, un fuerte viento comenzó a soplar, y el cóndor dorado apareció ante él, brillando con la luz del sol que se filtraba entre las nubes.
El espíritu habló con voz profunda y resonante:
—Has mostrado valor y compasión, joven Kuntur. Pero el daño ya está hecho. Si los mineros no se detienen, el pueblo enfrentará una prueba que nunca olvidará.
Kuntur, comprendiendo la gravedad de la situación, regresó al pueblo con un nuevo propósito. Organizó a los aldeanos y juntos fueron a confrontar a los mineros, explicándoles el daño que estaban causando y la necesidad de respetar la montaña. Muchos se sintieron conmovidos, pero algunos se negaron a escuchar.
Con el tiempo, aquellos que ignoraron las advertencias sufrieron la ira de la montaña. Se desató una tormenta feroz, y las rocas comenzaron a caer, pero el pueblo, unido por la valentía de Kuntur, logró salvarse y llevar a los mineros a un lugar seguro. A partir de aquel día, los aldeanos aprendieron a vivir en armonía con la montaña y a honrar al guardián.
El cóndor dorado volvió a sobrevolar el pueblo, y con él regresó la lluvia y la prosperidad. La leyenda del Guardián de la Montaña se convirtió en una enseñanza para todos, recordándoles que la avaricia puede traer consecuencias devastadoras, pero el respeto y la unidad pueden restaurar la paz y la prosperidad. Así, el espíritu Ayllu siguió protegiendo el Monte Luminoso, y el pueblo floreció bajo su atenta mirada, agradecidos por la segunda oportunidad que les había sido concedida.
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