CONFESIONES DE UN FORENSE
“La muerte tan dulce y placentera, a veces dolo- rosa y agonizante”, pero siempre lleva consigo el tan esperado descanso de esa vida a la que algunos decidieron escapar por la puerta fácil, otras víctimas de algún percance, pero siempre teniendo un destino final, la fría mesa de acero inoxidable y mis manos. Este es el comienzo de mis experiencias en la sala de autopsias hechas relatos, las cuales están plasmadas en este libro. Léelas bajo tu propio riesgo.
PRÓLOGO
Quiero dejar marcada esta experiencia en papel, por si acaso
este fuera mi último respiro.
Una noche saliendo del trabajo agotado por el trajín de la rutina, me subí al auto con el único motivo de regresar a casa para descansar y reponerme por completo de este extenuante día. Tardé menos de un minuto luego de haber entrado a mi casa, cuando de pronto tocaron el timbre, no demore demasiado en abrir la puerta. Al asomarme no encontré a nadie, en el suelo había una caja no tan grande, rodeada de una pegatina describiendo que en su interior se encontraba material frágil de manipular.
Al abrirla encontré una pequeña caja de madera y en su interior, se encontraban dientes que a simple vista se distinguían como humanos, los dejé a un lado y esta vez me coloqué unos guantes quirúrgicos, dado que no quería ensuciarme o contaminar nada que me sirviera de evidencia.
Seguí profundizando más en la caja y encontré fotos mías; desde el primer día de haber llegado a Polonia, fotos en mi casa, con Olivia, con Paolo, en la nueva morgue de Lublin, y peor aún, una foto abriendo la puerta de mi casa hace unas horas, justo en esta última foto, un sueño profundo se apoderó de todo mi cuerpo y como niño en brazos de su madre caí rendido lentamente sobre el suelo de la habitación, en mi intento de reponerme pude notar como unas botas negras se acercaban hacia mí cada vez más rápido.
No sé cómo llegué hasta aquí, la obsesión, la inquietud y sobre
todo la curiosidad me atrapó y me encerró en este lugar, en un mundo donde no existen normas y los límites los pones tú mismo, sin querer caí en la trampa, en un juego sucio, corrompido por la maldad humana, hasta llegar al extremo de aborrecer esta raza, y es justo en este momento donde comprendo que ahora no tengo salida. En una parte de mi vida no creía en ninguna historia, menos en leyendas o mitos, me consideraba “agnóstico” una persona sin creencias.
He despertado de este sueño profundo, y un dolor inmenso en mi cabeza no cesa y no me deja pensar bien ni recodar lo que sucedió. Estoy en mi propia cama, lo sé porque reconozco cada rincón de mi habitación.
Mi mente vaga en un sinfín de historias y los recuerdos y experiencias más macabras que he pasado en esta corta vida. El mundo en el que vivo está lleno de tantas sorpresas como lo he descrito anteriormente. “El infierno”, definía así mi trabajo, ya que al cruzar la puerta me encontraba con un sin fin de historias, he intentado concentrarme, pensar en todo lo que me ha ocurrido, siento que soy un imán de almas o simplemente es mi ocurrencia y en verdad todo esto tiene una explicación lógica “pura coincidencia”.
Siempre tuve presente que la vocación de médico es un ser- vicio, que se debe prestar con inteligencia y sentimiento. Ya que no es un simple oficio o profesión, es más que notable que soy un apasionado de mi trabajo, un conversador infatigable y un cien- tífico humanista, pero todo este concepto científico acabaría hoy.
Atardece, la caída del sol me lo hace saber. Estoy atado de pies y de manos, con suerte he podido quitarme una de las ata- duras de mi mano derecha y con gran esfuerzo me he desatado la otra mano, no puedo doblar mi dorso, “un dolor punzante proveniente de mi abdomen me lo impide, llevo un parche y una venda cubriendo lo que aparentemente es una herida”.
Es terrible el dolor, al punto que no puedo moverme, la he- rida sangra, estas letras marcadas en mi piel llevan puntos de su- tura hechos muy sigilosamente. Lentamente me he levantado y a paso lento he podido llegar al baño de la habitación, ya desnudo, mirando el reflejo de la herida en el espejo, pude descifrar aquellas letras que me aquejaban, pero es terrible mi descubrimiento, todo esto unido dice claramente:
“Placeres de la vida, te encontré y lo disfruté”.
En este preciso momento vuelven a mi mente, esos recuerdos vagos pasados en ese universo virtual. Quiero pensar que esto no es real, que nunca sucedió. El refrán que dice: “Si juegas con fuego te puedes quemar” se cumplió. Pero ¿por qué mentirme a mí mismo?, las cajas misteriosas existen.
El hombre necrofílico a quien le hice una entrevista existe también; aún recuerdo sus palabras diciendo repetidamente: “la gente tiene muchos gustos, y da la casualidad de que a mí me gustan los cadáveres”.
La Deep Web, esa misma página que te incitaba a participar, con una macabra frase que decía: “está será la mayor experiencia de tu vida”. Estaba claro que esta era una organización criminal a nivel mundial. Todo es real, el dolor es real, el olor a sangre llega a lo más profundo de mis entrañas, es tan fuerte que no me deja concentrar, sé que necesito ayuda, pero presiento que algo malo está por suceder.
Estoy escribiendo esto en mi diario rojo, si alguien lo lee ¡por favor ayúdeme a difundirlo!
Intenté ubicar a Olivia, ¡por favor no me dejen morir!, siento pasos subir las escaleras de mi casa, se dirigen hacia mi habitación, seguro es Adrián que viene por mí, he cerrado la puerta como he podido, por favor no dejen que me lleven a la habitación roja, ¡por favor alguien ayúdeme, quiere entrar, está golpeando la puerta bruscamente, pronto ingresará y será el fin!
Estoy aún con vida, me he escondido debajo de mi cama, han parado por un momento los golpes a la puerta, seguramente busca armarse de algo más sólido para tumbarla, ¿qué es eso?, se escuchan martillazos en la puerta, “por dios la ha abierto es mi fin, veo unas botas negras acercarse”. ¡Es el fin ayúdenme!