CAPÍTULO II

Los ya fallecidos

Provengo de una familia reducida, de la cual seré el primer médico, decisión que tiene mucho que ver con la disciplina que me dieron. Desde niño tuve una inclinación hacia todo aquello que tuviera que ver con medicina. Ser médico era un anhelo que, todas las noches intentaba soñar, ya que no lo veía muy posible en ese entonces, el dinero, tiempo y sobre todas las circunstancias desastrosas en mi hogar, me hacían verlo tan difícil y duro, un lejano pensamiento que al final se concretó, con empeño y muchas, muchas ganas de salir adelante.

Era niño aun, cuando mi madre decidió llevarme de visita por primera vez a casa de mi tío, al cual solo veía cuando él iba a la nuestra, y era poco común que lo hiciera, pues su tiempo era li- mitado, mi madre solía decir que, el lugar donde él estaba, no era el sitio adecuado para un niño de mi edad, debido al trabajo que él realizaba, anhelaba descubrir el extraño trabajo de mi tío, era un misterio, un reto, una fantasía, la suerte siempre estuvo de mi lado y la existencia del destino supone que nada ocurre por azar,  sino que todo tiene un origen ya señalado, es decir,  las circunstancias no aparecen de la nada sino de esta energía desconocida.

Y ese día llegó. Mi madre saldría de la ciudad, el trabajo   le exigía mucho y en esa ocasión me dejaría con mi misterioso tío, ¡era hora de conocer su hogar!, seguramente es un lugar espectacular.

Entusiasmado por conocer el misterioso negocio de mi tío, subí al coche, mi mente divagaba pensando “a que se dedicaría mi simpático tío”, llegando a unos cuantos metros del lugar, al- cancé a leer un letrero que decía “funeraria”. Aquello me ex- traño muchísimo y le dije exaltado a mi madre:

⸺¿Acaso murió el tío? ⸺le dije.

⸺¡oh, no! ⸺contestó mi madre sonriéndome.

⸺Aquí trabaja y vive tu tío, apresúrate a tocar la puerta

mientras me estaciono.

No tenía idea lo que mi madre describía, pero la casa de mi tío era un verdadero paraíso. Toda la vegetación que tenía allí era maravillosa, un cuidado único el que les daba mi tío, sin duda alguna meticuloso y bien hecho. Me acerqué sigiloso y cuando iba a tocar aquel timbre, la puerta se abrió y escuché un grito en forma de eco, muy extraño para mí.

⸺¿Eres tú Luis? Adelante, ¡estoy aquí detrás!

⸺¡Está bien tío! ⸺contesté.

Recorrí aquel lobby lleno de brillosos ataúdes de colores, al- gunos muy llamativos y otros algo extenuantes, al llegar al fondo del pasillo percibí aquel aroma extraño, un poco nauseabundo, que inmediatamente me alarmó, con miedo y voz temblorosa pregunté:

⸺¿A qué huele? ⸺le dije.

⸺¡Huele a muerte! ⸺entre carcajadas respondió.

⸺¿A muerte? ⸺extrañado exclame.

⸺¡Si a muerte! ⸺respondió.

Mi mente vagó por unos segundos tratando de entender y

buscar un significado a ese olor.

⸺¡No tengo idea a lo que te refieres, tío!

⸺Entiendo, ven siéntate a mi lado y descríbeme que percibes

con tu olfato. ¿O acaso te es repulsivo el aroma?

⸺¡No!, para nada tío, creo que me agrada.

Volteó a verme extrañado, respiré profundamente y respondí:

⸺“Huele a fierro viejo y oxidado, pero al mismo tiempo un

aroma dulce que me recuerda al limpiador de baños”.

⸺¡Si!, es correcto, es la mezcla de los fluidos de los cuerpos de los ya fallecidos y de los químicos que uso para conservarlos, es realmente increíble lo que el ser humano puede crear. Pero presta atención, el olor a muerte se asemeja a la hierba recién cortada, al pescado fresco, la pintura, él quita esmaltes o sustancias disolventes. Pero creo que aún eres muy pequeño para entender, y te tomara tiempo entenderlo, relájate, todo en su tiempo Luis ⸺me dijo.

Mi curiosidad crecía cada vez más. Me sentía excitado y an- sioso por saber más y tal vez, ver algún cadáver, tomé un ban- quillo y me senté a observar a mi tío, pues su fascinante trabajo me atraía tanto al punto de quedarme admirado, plasmado con cada movimiento y arte que realizaba.

⸺¿Puedo ayudar? ⸺pregunté.

⸺¡No!, ¡No! Luis aún eres muy pequeño, tienes que estar

preparado, pero no dudo que algún día podrás ser mi ayudante

o quizás tal vez llegues ¡más lejos!, ser el primer “médico fo- rense” de la familia.

⸺¿Médico forense? ⸺pregunté.

⸺¡Si!, “médico forense”, son aquellos que se encargan de examinar los cuerpos de los que ya han muerto y determinan las causas del porqué y cuando sucedió aquella muerte, gente que murió por algún suceso inexplicable, “verdaderamente es muy interesante”. Lo entenderás en cuanto te entre esa intriga, esa misma que entro en mi ser al preguntármelo una y otra vez.

⸺¿Oye tío y no te da miedo? ⸺le pregunté.

⸺¿Miedo? A qué te refieres, Luis.

⸺¡La muerte! ⸺le dije.

⸺¡Para nada! Al contrario, tiene sus encantos y como verás. Aquí los clientes son muy callados y de vez en cuando algo tra- viesos ¡ajajá!

⸺¿Traviesos?, ⸺pregunte algo alterado, sin entender a qué

se refería.

Se acercó sigilosamente y en cuclillas a mi altura, exclamo

en voz baja:

⸺Si, a veces, hacen travesuras, algún día te contaré, pero no

le digas a tu madre, si no se enfadara.

⸺Entonces, ¿será nuestro secreto? ⸺respondí a mi tío gui- ñándole el ojo.

Del bolsillo lentamente saco un libro rojo, algo viejo y con mucha melancolía me dijo:

⸺Este es mi más grande tesoro, una reliquia para mí, su valor son sus escritos, y tu única misión será cuidarlo como si fuera tu propio corazón.

Aquel libro viejo que aún conservo era nada más y nada menos que “Atlas Manual de Anatomía, por Víctor Pauchet y S. Dupret”, sin duda alguna una reliquia que todo médico apasio- nado desearía tener. Al regresar a casa no le conté a mi madre, pues le prometí a mi tío que sería un secreto, una experiencia única que jamás ella entendería, esto para mí se volvió un día diferente, un día vivido con mi tío, definitivamente este sería mi más grande secreto acompañado de un sueño algo lejano.

luiscorodelaguila@gmail.com
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