Confesiones
El arte de estudiar la anatomía en sí era uno de mis mejores pasatiempos, al escoger estudiar medicina, no solo abracé la base de conocimientos que pudiéramos obtener con estudios, sino el arte de “ayudar y ser humano”.
En ciertas ocasiones era inevitable escuchar con cierta arrogancia ⸺¿Por qué escogiste ser médico?⸺, es una de las preguntas que con recurrencia se nos hace a quienes hemos es- cogido la medicina como profesión; sin embargo, tendría una mejor pregunta y sería: “¿por qué no serlo?”, pues la decisión de dedicarse a la medicina es tan personal como lo es escoger cual- quier otra carrera profesional, firme y seguro, la clave para esta respuesta consiste en seguir tu vocación, perseguir tus sueños, cumplir con honores tus metas, ser siempre leal, sincero y ho- nesto a tus gustos y analogías.
Tengo los motivos perfectos por el cual estudiar medicina, se me ocurren un sin fin de causas, pero el más sobresaliente es “auxiliar”, en cualquier circunstancia. No se puede hablar del ‘arte de ser médico’ sin antes evocar que, desde las primeras civilizaciones, nos consta que la medicina es una práctica que se viene transmitiendo de generación en generación; los papiros del antiguo Egipto, textos sagrados, el código hipocrático, los tratados de Celso, Galeno, etc.
Muchos de nosotros accedemos a este maravilloso mundo,
pasando años sin poder disponer de una respuesta que recoja las razones adecuadas por las cuales optamos por esta fascinante profesión.
Ahora bien, el gusto por la muerte llegó, cuando aquella tarde de noviembre, melancólica, fría, lluviosa, tuve en mis manos una de las obras más exquisitas que se ha podido plasmar en papel:“De Morbis Hipócrates”, la primera definición clásica de los signos del fallecimiento, donde describe las modificaciones de la cara en el inmediato período post mortem; “facies hipocorística”.
Es el mejor regalo recibido en mi pubertad y es que desde aquel día cambiaron por completo mis ideas, gustos y me hizo entrar en razón y preguntarme; ¿porque no estudiar la belleza de la muerte?
Quizá les parezca extraño analizar este interrogante, pero todos vamos a morir en algún momento, no existe una proxi- midad, ni un cálculo de cuando sucumbiremos de este mundo y mucho menos las condiciones en que pasará. Con gran suerte, lo más supremo que podemos anhelar es morir mientras dormimos, tras haber disfrutado de una vida larga y amena.
Después de todo, ¿no dijo?, el propio Benjamín Franklin “Lo único que se tiene seguro en esta vida es la muerte”, frase célebre que se le atribuye y dice solo la cruda verdad.
En cambio, quienes no tuvieron una vida plena y placentera, lo que más quieren es evitar a toda costa, acabar en la plancha fría de acero inoxidable de un médico forense, por causa de una muerte temprana, por llevar una vida de excesos y nada sana o peor aún, que su muerte se haya producido en manos de terceros, una muerte llena de misterios, ya que eso significaría que segundos antes de su último respiro, algo ha salido desmesuradamente mal y que hay gente investigando por qué no siguen con vida.
Cuando caía la noche, empezaban todos mis tormentos. Es duro lidiar, día a día con cadáveres y encontrarte con ciertos casos peculiares. Las reacciones del médico frente a la muerte son consecuencia de su particular apreciación de la muerte o del morirse, de cómo afrontaría la eventualidad de su propia muerte. La previsible y cercana muerte del paciente nos enfrenta a nuestro personal destino, recordándonos nuestra caducidad, una y otra vez.
El ser humano nace, vive, reproduce y muere. A pesar de su conocimiento, el individuo nunca está preparado para vivir su propia muerte, ni la de un familiar o amigo. En consideración, la muerte origina un sinfín de sentimientos negativos como; dolor, daño, desánimo, desesperación, tristeza, duelo, desolación y una desmesurada cantidad de acontecimientos.
La muerte es un tema doloroso y misterioso. Las diferentes religiones tienen una interpretación propia de lo que significa la muerte, por ejemplo, para la religión cristiana, la muerte no es el fin de la vida, todo lo contrario, es el paso hacia una nueva vida al lado de Dios, la muerte es la vía del mundo terrenal hacia el cielo, o el infierno según sea el caso.
Para los musulmanes, la muerte representa lo mismo que el cristianismo, la única diferencia es que ellos no tienen la creencia de que al morir van a ir al infierno, ya que ellos esperan la intervención del profeta Mahoma para que los salve de la con- dena. Todo esto me hace creer y reconocer que nunca dejamos el mundo donde vivimos.
Puede ser una tarea dura convivir con estos recuerdos y aun tenerlos guardados sin poder expresarlo, sin que nadie sepa lo que pasa en realidad. “Si no quieres que algo se sepa, no se lo cuentes a nadie”.
Aunque todos conocemos esta frase, la mayoría de las veces
sentimos un impulso irrefrenable de confiar un secreto a otra persona. Somos conscientes de este riesgo porque todos hemos encarnado en alguno de estos papeles alguna vez. Hemos sido confesores y confidentes. La cuestión es explicar por qué necesitamos hacerlo, entonces ¿por qué compartir información que puede comprometernos? No hay más respuestas, solo te gana el impulso.
Estoy a punto de revelar todos mis secretos, confesarme por primera vez, intentar y tal vez lograr abrir mi mente.
Este es mi trabajo, soy encargado de la aplicación de cono- cimientos tanto médicos como biológicos, siendo ambos los que determinan la causa de muerte y realizo un minucioso examen del cadáver, elegí esta profesión y después de años de estudio, decidí dedicarme a hacerlo el resto de mi vida.
Tengo claro que la vida no es como la ves, sino como la quieres ver, necesito describir mi historia en una hoja de papel, le he puesto todas mis energías y como fruto les entregaré mis propias experiencias, sucesos sin explicación, casos originales, gente perturbadora que han pasado por mis manos, he escuchado un sin fin de historias, pero les aseguro que, este mundo no es para ustedes.
Y recuerden hay que tener miedo a los vivos más que a los muertos.