En una noche oscura, envuelta en neblina, por las carreteras solitarias que serpentean entre montañas y bosques densos, existe una leyenda que ha puesto los pelos de punta a quienes han tenido la mala suerte de escucharla o, peor aún, experimentarla. Se trata de El Hombre de la Carretera, una figura espectral que aparece en los caminos desiertos y que, según cuentan, ha sido responsable de la desaparición de muchos conductores.
La leyenda dice que, hace varias décadas, un hombre llamado Samuel era un conductor de camiones que recorría largas distancias para llevar mercancías a diferentes pueblos. Samuel era conocido por su carácter frío y su falta de empatía. Se rumoraba que era un hombre que nunca se detenía por nadie, sin importar cuán desesperada fuera la situación. Incluso se decía que había atropellado a animales y personas que se cruzaron en su camino, sin remordimientos.
Un día de invierno, Samuel se encontraba conduciendo a altas horas de la noche por una carretera en medio de la nada. Mientras las luces de su camión cortaban la oscuridad, vio a lo lejos una figura en el borde de la carretera. Era un hombre pidiendo ayuda, con el pulgar levantado, intentando hacer autostop. Estaba vestido con una chaqueta pesada, y su rostro parecía sombrío bajo la luz de la luna. A pesar del frío extremo, Samuel no se detuvo. Siguió conduciendo, ignorando al hombre y sintiendo una especie de satisfacción al dejarlo atrás en la oscuridad.
Unos kilómetros más adelante, la niebla comenzó a espesar, y Samuel tuvo que reducir la velocidad. Mientras avanzaba lentamente, escuchó un golpe seco en el costado de su camión, como si algo o alguien hubiera chocado contra él. Frenó de golpe y se asomó por la ventana, pero no vio nada. Decidió seguir, atribuyendo el sonido a algún animal salvaje que probablemente había cruzado.
Unos minutos después, mientras pasaba por una curva cerrada, vio algo que le hizo helar la sangre: el mismo hombre al que había ignorado más atrás ahora estaba parado en el centro de la carretera, inmóvil, mirándolo fijamente. Samuel viró bruscamente para evitar atropellarlo, y el camión patinó, casi volcándose. El hombre desapareció en la niebla tan rápido como había aparecido.
Alterado, Samuel continuó su camino, convencido de que había sido una alucinación causada por el cansancio. Sin embargo, poco después de recuperar la calma, la radio de su camión comenzó a emitir estática, y de la nada, una voz grave y distorsionada se escuchó entre la estática: “Deberías haber parado…” Samuel apagó la radio, pero el silencio solo hizo que el miedo creciera en su interior.
A medida que avanzaba por la carretera cada vez más desierta, el ambiente se volvió opresivo. El aire en la cabina parecía más denso, y el frío aumentaba, a pesar de que tenía la calefacción encendida al máximo. De repente, los faros del camión parpadearon, y la figura del hombre apareció de nuevo, esta vez en el espejo retrovisor, sentado en la parte trasera del camión.
Samuel frenó bruscamente, casi perdiendo el control del volante. Bajó del camión para enfrentarse a lo que fuera que estaba ocurriendo, pero cuando llegó a la parte trasera, no había nadie. La niebla se arremolinaba a su alrededor, como si quisiera atraparlo. Mientras se giraba para volver al camión, escuchó pasos suaves sobre el asfalto, como si alguien caminara lentamente detrás de él. Al voltear, vio al hombre del autostop parado a pocos metros de él, con los ojos vacíos, fríos como el invierno, y una sonrisa espantosa que parecía no pertenecer a un ser humano.
Desesperado, Samuel corrió hacia su camión y aceleró lo más rápido que pudo. El miedo lo dominaba mientras veía en el espejo cómo la figura del hombre desaparecía en la niebla una vez más, pero la sensación de ser observado no lo abandonaba.
Esa noche, Samuel nunca llegó a su destino. Su camión fue encontrado horas después, estrellado en una cuneta. No había rastro de él, y el vehículo estaba en perfectas condiciones, sin señales de accidente grave. La única pista que encontraron fue una marca de mano en el vidrio del parabrisas, una huella que no correspondía a las manos de Samuel.
La historia de Samuel se convirtió en el origen de la leyenda del Hombre de la Carretera. Se dice que desde ese día, el espectro de este hombre aparece en las rutas más solitarias, especialmente en noches de niebla. Muchos conductores han afirmado haberlo visto, siempre vestido con su chaqueta pesada, esperando a que alguien lo recoja. Lo más inquietante es que, quienes no se detienen, suelen experimentar extraños fenómenos: las luces de sus vehículos parpadean, la radio se llena de estática, y una extraña sensación de frío los invade, como si una presencia maligna los acompañara.
Algunos aseguran que, si te atreves a mirar al espejo retrovisor después de ignorarlo, verás su rostro pálido y sonriente mirándote desde el asiento trasero. Si eso ocurre, pocos son los que vuelven a contar la historia.
A lo largo de los años, ha habido muchos informes de desapariciones inexplicables en la carretera donde se dice que aparece. Camioneros y viajeros han afirmado sentir una presencia extraña o ver una figura oscura en la distancia, solo para después encontrarse con un suceso que desafía toda explicación. La mayoría evita viajar por esas rutas de noche, especialmente cuando la niebla cubre el camino, temiendo encontrarse con El Hombre de la Carretera, un ser que parece estar buscando venganza o algo mucho peor.
Y así, la leyenda de El Hombre de la Carretera sigue viva en los relatos de conductores y viajeros, como una advertencia para quienes recorren esas carreteras desoladas en medio de la noche.